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Hermanas modelan el ministerio diaconal de las mujeres en la Amazonía

El río Jaci Paraná serpentea el territorio karipuna en la región de la Amazonía. Allí, la Hna. Laura Vicuña Pereira Manso acompaña a los pueblos indígenas que sirven como protectores vulnerables de la obra de Dios en la selva mayor del mundo. (Foto: Ellie Hidalgo)

El río Jaci Paraná serpentea el territorio karipuna en la región de la Amazonía. Allí, la Hna. Laura Vicuña Pereira Manso acompaña a los pueblos indígenas que sirven como protectores vulnerables de la obra de Dios en la selva mayor del mundo. (Foto: Ellie Hidalgo)

Traducido por Lourdes M. Cobiella

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Mientras la Hna. Laura Vicuña Pereira Manso acompañaba a un grupo en lo profundo de la Amazonía a un territorio protegido perteneciente al pueblo Karipuna, miles de mariposas se lanzaban en todas direcciones como pedacitos bellamente envueltos del deleite de Dios. De una manera nueva, entendí el estímulo del papa Francisco de acercarnos a la naturaleza “con una apertura al estupor y a la maravilla”.

Durante estos días calientes de verano, el cercano río Jaci Paraná era un respiro bienvenido para los niños karipuna. Los karipuna no talan sus árboles para obtener ganancias y no participan en la venta de créditos de carbono, lo que significaría ceder el control de los derechos de su pueblo en la toma decisiones sobre su tierra. Ellos cosechan castañas y yuca para hacer granos que pueden vender.

Pereira Manso, una mujer pequeña que se siente más cómoda cuando está sentada descalza en el suelo, escucha a los líderes karipuna durante largos periodos de tiempo y ha aprendido que “cuando alguien es escuchado, puede comenzar a resolver sus propios problemas”. Como miembro de la congregación de Hermanas Catequistas Franciscanas, ella ha representado a la Iglesia católica en este remoto territorio donde no hay sacerdotes.

La Hna. Laura Vicuña Pereira Manso (al fondo) ha acompañado a la matriarca Katiká y al pueblo Karipuna por más de siete años en la defensa de los derechos humanos y su cuidado de la selva de la Amazonía en su propio territorio, en Brasil. Ella ha sido la presencia de la Iglesia católica en este remoto territorio donde no hay sacerdotes. (Foto: Ellie Hidalgo)

La Hna. Laura Vicuña Pereira Manso (al fondo) ha acompañado a la matriarca Katiká y al pueblo Karipuna por más de siete años en la defensa de los derechos humanos y su cuidado de la selva de la Amazonía en su propio territorio, en Brasil. Ella ha sido la presencia de la Iglesia católica en este remoto territorio donde no hay sacerdotes. (Foto: Ellie Hidalgo)

A principios de este verano, viajé a la región de la Amazonía de Porto Velho, Brasil, con mi colega Casey Stanton. En calidad de codirectoras de Discerning Deacons —un proyecto para involucrar a los católicos en el discernimiento activo de nuestra Iglesia sobre las mujeres y el diaconado— queríamos ver de primera mano cómo las mujeres católicas, como Pereira Manso, son vitales en la labor de acompañar a pueblos indígenas que sirven como protectores vulnerables de la obra de Dios en la selva más grande del mundo.

En junio, Pereira Manso y otras dos mujeres indígenas se reunieron con el papa Francisco en Roma para conversar sobre las contribuciones vitales que las mujeres hacen a la Iglesia sinodal. Ella fue nombrada recientemente vicepresidenta de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, o Ceama, que fue creada en 2020 después del Sínodo para la Amazonía, en la que Pereira Manso sirvió como auditora. Ceama es la primera en su clase que incluye a mujeres en puestos de liderazgo.

Las catequistas franciscanas tienen la vocación de representar a la Iglesia católica en tierras remotas donde no hay sacerdotes. De hecho, la arquidiócesis de Porto Velho abarca 33 000 millas cuadradas [85 470 kilómetros cuadrados] y tiene 32 sacerdotes (en comparación, el estado de Indiana, Estados Unidos, tiene aproximadamente 36 000 millas cuadradas y 735 sacerdotes, en el 2021). Los carismas diaconales de la palabra, liturgia y servicio que Dios le otorgó a la mujer son muy necesarios en estos márgenes.

Por alrededor de 23 años, Pereira Manso ha apoyado a los pueblos indígenas a través del Consejo Indigenista Misionario, o CIMI, de los obispos brasileros, en un esfuerzo “para escuchar ambos, el grito de la tierra y el grito de los pobres”, nos dice. Ella misma es descendiente del pueblo Kariri por su lado paterno y está comprometida con la visión de que los pueblos indígenas se conviertan en protagonistas de su futuro.

Después de visitar la tierra karipuna, regresamos a Porto Velho viajando en lancha en una jornada de tres horas por el río Jaci Paraná. En la primera hora de nuestro viaje, señales de la destrucción se hicieron dolorosamente visibles: árboles frondosos y densos convertidos en solitarios paisajes de deforestación. Pasar tiempo en la Amazonía es tomar conciencia de la resiliencia y la fragilidad conviviendo juntas.

“No podemos renovar a la Iglesia si no renovamos también nuestro hogar común”, nos dijo Pereira Manso. “La mejor contribución que podemos hacer desde la Amazonía es llamar al mundo a que cuidemos nuestra casa común”, añadió.

Pereira Manso ha acompañado a los líderes karipuna mientras aprenden a acceder a los tribunales para denunciar las acciones de los acaparadores ilegales de tierras. El año pasado los acompañó a Brasilia, donde se reunieron con 28 embajadas para presionar al Gobierno brasilero a que reconozca y proteja el territorio karipuna.

TEsta imagen, en las afueras del territorio karipuna, muestra dónde se ha realizado la deforestación en esta parte de la Amazonía. (Foto: Ellie Hidalgo)

Esta imagen, en las afueras del territorio karipuna, muestra dónde se ha realizado la deforestación en esta parte de la Amazonía. (Foto: Ellie Hidalgo)

La lucha es colosal. Los intereses de las corporaciones multinacionales en la explotación forestal, minería y pastoreo de ganado empequeñecen los recursos que los pueblos indígenas tienen para montar una defensa de la Amazonía, y proteger uno de los biomas más importantes del planeta Tierra, para propiciar así un aire limpio, un clima más estable y precipitaciones suficientes. Sus intentos de resistencia se enfrentan a menudo con amenazas de violencia y una verdadera persecución. En lo que fácilmente podría convertirse en una vida de desesperación, Pereira Manso y un grupo de religiosos católicos, y de mujeres y hombres laicos, se han comprometido a acompañar a las comunidades indígenas en su búsqueda de abrir un horizonte de esperanza.

Al preguntarle qué alimenta su anhelo por la misión en estas periferias, Pereira Manso recuerda un momento crucial: cuando hizo sus votos religiosos con la congregación Hermanas Catequistas Franciscanas. Entonces, su madre fue invitada a hablar y le dijo a los allí presentes: “Esta hija mía ya no es mía. Ella pertenece al pueblo”.

Esta dedicación al servicio comunitario diaconal a menudo proviene de muchas generaciones. La madre de Pereira Manso fue catequista y una líder comunitaria clave que catalizó numerosas comunidades eclesiásticas de base en Porto Velho. La hermana franciscana Terezinha Dalcegio nos habló del desarrollo de un centro de formación que preparaba católicos para liderar y sostener una red de trabajo en las comunidades de base vibrantes ante la ausencia de un sacerdote.

La Hna. Laura Vicuña Pereira Manso (en el centro), escucha a las mujeres líderes ministeriales en una sección de reflexión sinodal en Porto Velho, Brasil. (Foto: Ellie Hidalgo)

La Hna. Laura Vicuña Pereira Manso (en el centro), escucha a las mujeres líderes ministeriales en una sección de reflexión sinodal en Porto Velho, Brasil. (Foto: Ellie Hidalgo)

Terminamos nuestra semana en la Amazonía facilitando conjuntamente una reunión sinodal con 30 mujeres líderes del ministerio, para reflexionar sobre el reciente documento de trabajo publicado para el Sínodo de la Sinodalidad. El Instrumentum Laboris pide a los católicos reflexionar sobre cómo la Iglesia puede realizar mejor su misión para un mayor reconocimiento de la dignidad bautismal de la mujer, incluyendo una mayor participación en los procesos de gobernación y toma de decisiones. ¿Es posible imaginar la inclusión de las mujeres en el diaconado?

En pequeños grupos, las mujeres comparten sus pensamientos y sus conocimientos, y el arzobispo de Porto Velho Roque Paloschi las escucha. El deseo de cuidar la creación es un reto diario. Se necesita la formación continua de mujeres, y la preparación de sacerdotes y diáconos para un ministerio más colaborativo. Se proponen grupos de estudios y círculos de conversación.

Pereira Manso nos pone la canción Manos de mujeres, de Marta Gómez. Las mujeres reconocen el don de las manos de cada una en el apoyo mutuo, a la vez que atienden las necesidades pastorales en sus comunidades; al pertenecer a cada una, ellas también pueden pertenecer a su pueblo.

A través de su presencia, los católicos en la Amazonía están ayudando a los católicos a involucrarse con las preguntas del Sínodo de la Sinodalidad para imaginar lo que infundir una nueva vida al diácono permanente puede significar para la Iglesia en el tercer milenio —un diaconado profético que incluya hombres y mujeres para una Iglesia sinodal que sale a las periferias—.

Pereira Manso espera que el Sínodo de la Sinodalidad pueda ayudar a la Iglesia a discernir y reconocer la vocación diaconal de las mujeres, para que no se reviertan los nuevos roles y estructuras participativas y con la intención de sostener la fe y acompañar al pueblo en sus luchas.

A medida que Estados Unidos continúa cerrando o consolidando parroquias, espero que historias como las de la Amazonía puedan despertar nuestra propia imaginación sobre cómo sostener la fe en nuestro continente y lo que la construcción de un consenso global nos pide, mientras discernimos cómo ser mejores aliados de las comunidades de fe en América Latina.

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente el 21 de julio de 2023. 

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